Los árboles desempeñan un papel vital en el ciclo del carbono, pues almacenan el CO₂ presente en la atmósfera y lo transforman en oxígeno, ayudando a reducir la contaminación del aire. Lamentablemente, cada vez hay menos en los núcleos de las ciudades y, para contrarrestar este problema, cada vez surgen más soluciones artificiales.
Uno de los ejemplos más llamativos y polémicos son los denominados “árboles líquidos” desarrollados por un grupo de científicos serbios e instalados en Belgrado, cuyo objetivo es ayudar a mejorar y controlar la calidad del aire.
El Liquid3 emite el oxígeno equivalente a dos árboles maduros, de diez años, o 200 metros cuadrados de césped. Su mantención requiere cambiar los 600 litros de agua cada mes y medio, por lo que además representa un ahorro de agua.
Aunque un dispositivo artificial como este ayude a limpiar el aire nunca podrá sustituir a un auténtico árbol, ni dará su sombra, ni podrá ser el lugar perfecto para que aniden los pájaros, por citar algunos ejemplos.
Sus propios creadores especifican “que no pretenden reemplazar los espacios verdes”, sino instalarlos en espacios estratégicos de las ciudades donde puedan ser de utilidad.