En México, la distribución geográfica del agua no coincide con la distribución geográfica de la población.
El volumen de agua renovable promedio en el país per cápita es de 4,028 metros cúbicos por habitante por año. Sin embargo, existen diferencias sustanciales entre el Sureste y el Norte del territorio; se observan áreas con gran escasez de agua y regiones con frecuentes eventos hidrometeorológicos que derivan en costosas inundaciones.
La distribución del agua es desigual, en la zona centro–norte del país se concentra el 72.7 % de la población y se cuenta con sólo el 32% del agua renovable; en cambio, en la zona sur donde existe el 68% del agua del país, sólo se asienta el 27.3% de la población.
Del porcentaje total del agua existente, se tiene que analizar su calidad, pues no toda se puede utilizar:
El 22.7% del agua superficial se encuentra fuertemente contaminada; el 33.2% del agua superficial tiene una calidad aceptable y el 44.1% del agua superficial tiene una excelente calidad. Esto significa que sólo el 44.1% del agua total es 100% utilizable.
Por tal motivo se hace énfasis en la importancia de invertir en infraestructura como son las plantas tratadoras de aguas residuales, las cuáles lejos de significar un gasto, son una solución y un recurso para resolver la problemática del desabastecimiento de agua, así como una muy buena opción para la preservación de los mantos acuíferos y del suelo.
Se estima que el 47.5% de las aguas residuales son colectadas y tratadas, y sólo un porcentaje mucho más bajo (difícil de precisar por la falta de monitoreo y vigilancia) cumple con las normas de calidad de las descargas.
Quiere decir que el 52.5% del agua con la que contamos en el país es desperdiciada cuando podría ser utilizada para cubrir las necesidades de la población.
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