El agua es un recurso fundamental para el sostenimiento y la reproducción de la vida en nuestro planeta, ya que constituye un factor indispensable para el desarrollo de los procesos biológicos que hacen posible la vida.
Sin embargo, causas como: la contaminación, la sequía y el uso desmedido o inconsciente, han provocado una severa escasez del recurso hídrico que ha derivado en muertes, enfermedades, hambruna, desaparición de especies vegetales y conflictos sociales; como el suscitado en Bolivia en el año 2000, por la privatización del agua potable, que dejó un saldo de seis personas muertas y 175 heridos.
Y es que la escasez del agua, es uno de los problemas más graves a los que nos enfrentamos actualmente.
Existen 2,600 millones de personas en el mundo que sufren de estrés hídrico, una cifra que se prevé que aumente a 5,400 millones de personas para el 2040, según el Instituto para la Economía y la Paz.
Los países más afectados, según el informe, serán: el Líbano, Singapur, Israel e Irak.
Aunado a esto, el calentamiento global, ha provocado un aumento de las mareas, amenazando el suministro de agua de 3,200 millones de personas en todo el mundo, según informes de la ONU.
La circulación de agua de lluvia que generan los glaciares, proporciona agua potable para decenas de millones de personas, pero debido a la pérdida récord de masa glaciar en los últimos años, ha provocado una mayor escasez de agua.
Se espera que la escorrentía de los glaciares, alcance su máximo, a nivel mundial para fines de siglo y luego disminuya, por lo que, el número de personas que viven con insuficiencia de agua, se disparará un 60% o más en los próximos 30 años.
Ante tal problemática, el tratamiento del agua cobra especial relevancia, puesto que las aguas residuales son un recurso tendrá que ser aprovechado al máximo, para poder satisfacer las necesidades de la población.
Y aunque a menudo las aguas residuales son vistas como un problema y no como un recurso clave, estas se convertirán en el nuevo oro negro.