En la actualidad, el 15% del consumo mundial de agua se usa para producir electricidad y el 8% de la energía generada en el mundo se consume para gestionar agua. Además, se estima que en 2030 la demanda de agua aumentará en un 40% y el consumo de energía subirá y será el doble del actual.
Los recursos hídricos y los recursos energéticos están ahora más conectados que nunca. Por un lado, la energía es necesaria para que el agua esté disponible para el uso y el consumo humano mediante procesos como el bombeo, transporte, tratamiento de agua. Por otro lado, todas las fuentes de energía necesitan agua en sus procesos de producción, un recurso que resulta clave para la extracción de materias primas, refrigeración de centrales térmicas, procesos de limpieza o producción de combustibles.
La energía es el segundo mayor usuario de agua dulce después de la agricultura. Además, los riesgos planteados por la relación energía-agua-alimentos serán más significativos debido a la creciente demanda de estos. Asimismo, existen análisis del cambio climático natural que destacan que entre 2014 y 2069.
En el caso del agua gran parte del transporte de la misma se realiza a través de tuberías a presión. Precisamente este medio de transporte tiene numerosas ventajas respecto a las conducciones abiertas, entre ellas reduce las pérdidas de agua, etc. Por el contrario, tiene un gran inconveniente como es la necesidad energética para poder transportar el agua. Este constituye el principal vínculo entre agua y energía tanto es así que solamente para riego representa el 3% del consumo energético nacional.
Todo suma a la hora de combatir el cambio climático, especialmente en las acciones que podemos tomar como ciudadanos responsables con el medioambiente. El consumo responsable del agua es una de las formas de luchar contra el cambio climático. Uno de los ejemplos de esta relación es el que tiene que ver con el desperdicio de las aguas residuales en los hogares.
La eficiencia conjunta en el uso del agua y de la energía es imprescindible por su íntima vinculación con el cambio climático, ya que el uso del agua requiere del consumo de energía. Esto último modifica el régimen de lluvias disminuyendo la calidad del agua disponible y consecuentemente aumentando los requerimientos energéticos para su extracción.