El agua es vital para nuestro planeta. Dependemos de ella para beber, para la agricultura y para la ganadería, e innumerables especies necesitan los ecosistemas de agua dulce para vivir. Los océanos contribuyen a modular los niveles de CO2 y a mantener las temperaturas globales, a la vez que transportan nutrientes y albergan ecosistemas marinos.
El 71% de nuestro planeta está conformado por agua de los océanos y esta es muy importante para el proceso de supervivencia ya que proporcionan entre el 50% y el 80% del oxígeno que se respira.
A medida que cambia el clima, cambiarán también los recursos de agua dulce y salada sobre los que se basan nuestras sociedades y economías. Y a medida que cambia el clima, cambiará también –o debería— nuestra relación con el agua. Sea como fuere tendremos que aprender a lidiar con un futuro complicado donde el agua, la tierra, la atmósfera y todos los seres vivos que en ella habitamos cambiarán para siempre.
Algunos de los aspectos en los que el cambio climático afecta al agua en la Tierra: períodos de sequía cada vez más intensos, persistentes y recurrentes, olas de calor que se suceden a lo largo de todo el año, mega incendios. Todo ello combinado con fenómenos tormentosos extraordinarios, que dejan precipitaciones torrenciales y causan graves inundaciones, o de episodios de frío intenso con nevadas históricas.